lunes, 24 de mayo de 2010

De los hilos que sujetan la cometa. Marian Suárez

En lo más profundo, mi autoconocimiento 
es oscuro, interior, 
informulado, secreto como una complicidad. 
M. Yourcenar


Para que el juego de estar viva
permanezca,
defiendo este lugar, 
profeso, deliberadamente,
esta utopía,
único aval que, de alguna manera, 
me sigue preservando 
de la muerte.
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Recuerdo cierto día que me enseñó a apostar,
pero apostar muy alto,
sabiendo que lo de menos es ganar,
que la verdad del juego consiste 
en volverlo a intentar
todos los días.
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Desde que el verbo se interpreta 
como herramienta de poder,
todo lenguaje es un malentendido
en las manos del hombre.
Sólo resta
apostar otra vez por la palabra
como un juego. Cubrir de nuevo
el ciclo de la historia
liberando a las formas de sí mismas,
del filo de la soga que las hiere.
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Silencio socuro


Si, es preciso insitir en el olvido.
Una mujer que calla
es que ha tardado un tiempo
en cerrar sus heridas.
Le habrá costado mucho
quitarse los grilletes,
las fuertes ataduras
de su vivir furtivo.
Habrá podado instantes
(como se poda un árbol)
de sus ramas más débiles.
Pondrá sobre las brasas
las pruebas del delito,
los códigos secretos
-tanto tiempo guardados-
del desamor y el miedo.
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Arte de Talía


Sucede que es preciso
reconocer la distancia precisa
del adiós.
Disponer de un instrumento óptico
que mida la densidad de la pupila,
la carga de tristeza que le excede.
La percepción de no existir
nunca del todo
en aquello que, alguna vez, amamos.
Imperceptibles, casi, 
las sensaciones van sembrando 
fragmentos orquestales
de una ficticia realidad:
todo depende
del grado de desnudez 
o de artificio 
con que hombre y mujer
representan la obra. 
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Porque la luz es embustera.
La luz
nos miente siempre
cuanto más nos alumbra.
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Disculpa
este gesto de extrema lejanía.
Hay días estadísticos 
en que nadie se libra
de una suma total de soledades.
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Envite


Y no digas entonces
que los días son otros
cuando no estoy contigo.
Hazme caso, 
las palabras, a veces,
son armas de fogueo,
combinación de naipes mal trucados
que se vuelven en contra
casi siempre.
Recoge, 
si aún te quedara tiempo,
las monedas tan viejas del fracaso.
Consume el desconcierto
de haber sido
la pieza prescindible de este juego.
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Sencillamente,
para que tú y yo juguemos limpio
es preciso, 
con anterioridad,
inventariar los restos
de los sometimientos,
los adverbios de negación
al uso,
un instante el silencio
de todos los relojes,
antes que Dios
reparta fichas.


Catalogando el donativo de Joaquín Ruíz Giménez me he encontrado con un librito subrayado con rojo, mimado. Aquí he transcrito esos mimos. 

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