A María José
Amaneciendo y anocheciendo
a un mismo tiempo,
cariño, ¿no es ésta la forma
en que te gustaría vivir?
En mi cabeza hay un álbum
de fotos amarillentas
y lo voy completando con mis ojos,
con los más leves ruidos,
atrapando olores en el aire
y en cada sueño que sueño.
¿Sabes una cosa, pequeña?
La última página de mi álbum
tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,
un disco de rock'n'roll
y calcetines de colores.
Mis ojos han sido rápidos,
te he hecho el amor con la ropa puesta
a través de una
larga pajita dorada
mientras cruzabas la calle
con el cabello ardiendo.
Pero ahora son tus pies
quienes dan mis pasos,
¡así que no te equivoques
pues me caería!
Te bebo en cada vaso de agua
que sacia mi sed,
mis palabras son claras como niños pequeños
o espesas como semen empapando cortinas,
pero hoy tengo que inventar
un nuevo idioma
para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos
y los gritos de euforia
de la gente que vive en tu cabeza.
Debes saber que a veces
soy como un entierro interminable,
siempre triste y azul
subiendo y bajando
por la misma calle.
Pero otras veces soy un río de risa
corriéndome por toda la ribera,
haciendo el amor a la mar,
una felicidad contagiosa,
un revólver de amor, nena,
y voy a disparar justo a tu corazón
¡bang bang!
¿te di?
Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,
montaña de aguardiente
y tarde rojiza.
Eres un buen momento para morirme.
(14 de diciembre del 75. último poema)
En primer plano, María José Sánchez Pinto, su novia, a quien dedicó "Eres un buen momento para morirme". Detrás, el poeta. Foto de Alfonso Delgado
Félix Francisco Casanova
Hoy, en Carne Cruda (programa de Radio 3 de Javier Gallego), he escuchado a su hermano José Bernardo Casanova y a Francisco Javier Irazoki, escritor y crítico musical, hablar de este poeta con tanta admiración que he llegado a casa deseando sumergirme en todo lo que pueda haber de él por estos lares.
Dicen de él que es el Rimbaud español y la editorial Demipage reedita estos días su novela El Don de Vorace 36 años después de que la escribiera en 44 días y con 19 años. Su pronta muerte no hacen de él un autor malogrado. Su evolución desmedida en unos cuantos años y la calidad extraordinaria de su obra hacen de Félix un autor completo en sí mismo, en su tiempo, en su vida.
Algunos enlaces que hablan de él:
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