Fue el viernes cuando vi The Painted Veil.
Edward Norton y Naomi Watts me hacen creerme cada uno de sus papeles (¿Cómo olvidar a Jack o a Betty?) pero jamás me los hubiera imaginado juntos y con tanta química.
Sentada en mi sillón naranja fui disfrutando de la evolución de la historia, de los paisajes, horrorizándome con las situación social y los estragos del cólera, pensando en mí y en mi vida (supongo que eso es lo que hace que nos guste o no una película: nos sentimos identificados y podemos creer en lo que estamos viendo).
Y, aunque se va adivinando, me encontré de frente con esta escena que removió las mariposas de mi sensualidad en lo más animal de mi pecho. Sublime.
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